miércoles, 13 de abril de 2016

La Cestería, un Arte Milenario.

Hace aproximadamente 10.000 años, en el Próximo Oriente, los grupos de cazadores-recolectores comenzaron a cambiar progresivamente su forma de vida. Cambios que constituyen lo que los historiadores llamamos Revolución Neolítica, y que sientan las bases de las sociedades humanas de hoy en día. 

Los podemos resumir brevemente en la domesticación de animales y plantas, y en la sedentarización. Los humanos aprendemos a proveernos de alimentos en el mismo sitio donde vivimos, sin necesidad de trasladarnos continuamente en su busca, tal y como veníamos haciendo en los millones de años previos de nuestra evolución como especie.

Interior de una de las cabañas.
Reconstrucción del poblado neolítico de La Draga, en Banyoles (Girona).






Surgen los primeros poblados, como resultado de la agrupación de viviendas en una zona determinada. Las primitivas estructuras de hábitat se hacen permanentes, y se construyen de una forma más sólida, con mejores materiales y con mayor cuidado. Al mismo tiempo, surge la necesidad de almacenar y guardar diferentes elementos, como las herramientas, que ya no teníamos que llevar a todos lados con nosotros y, sobre todo, la necesidad de almacenar el alimento que producíamos, particularmente los cereales.

Y para cubrir gran parte de estas nuevas necesidades, comenzamos a entrelazar fibras vegetales: desarrollamos la cestería.

Cestería tradicional.

Es muy probable que antes de este período ya conociéramos los rudimentos de la cordelería, con el trenzado de tendones animales o fibras gruesas, y parece evidente que ya sabíamos entrelazar palos y ramas para hacer estructuras sencillas que usábamos como cabañas o paravientos, pero es en este momento cuando, con la abundancia creciente de subproductos de la cosecha, como la paja de cereal, y el aumento de tiempo libre que conlleva no tener que pasar todo el día buscando comida, aparecen los primeros ejemplos claros de objetos realizados mediante cestería.

No hay demasiados restos arqueológicos de éstos, ya que al ser de materias vegetales suelen descomponerse con facilidad. Los pocos ejemplos que tenemos provienen de ambientes muy secos y áridos, o bien anaeróbicos (sin oxígeno) que han favorecido su conservación. Hay noticias de restos de cestería hallados en El-Fayum (Egipto), de cerca de 7 milenios de antigüedad.

En la Península Ibérica contamos con los hallazgos de la Cueva de los Murciélagos en Albuñol, Provincia de Granada, donde se encontraron varios cestos de diferente tamaño, y tres sandalias, todos ellos de fibras de esparto, del V o VI milenio antes de Cristo. Otros restos antiguos corresponden a improntas dejadas por estos objetos de cestería en materiales blandos, como arcilla o yeso, y que hacen pensar que las primeras cerámicas que se fabricaron algunos siglos más tarde, utilizaban cestos a modo de plantilla o molde (como el expuesto en el Museo de Burgos).

Parte del conjunto de cestería en esparto de la Cueva de los Murciélagos.


Impronta de cestería en fragmento de arcilla.


























Existen dos técnicas básicas para este arte:

El entrelazado sencillo, donde las fibras o cordeles se van alternando por encima y por debajo de las que están justo a su alrededor, creando así una superficie de “tejido” aplanado, y que suele ser bastante flexible, utilizada en la fabricación de capazos, esteras, elementos de atuendo y protección, etc.

Ötzi, el Hombre de los Hielos (3300 a.C.), en una reconstrucción donde podemos ver la capa
de fibras vegetales que usaba para protegerse del frío alpino. A la derecha, el cuchillo de piedra
y la funda de cestería que también portaba. Su cadáver congelado fue descubierto en el Tirol en 1991.

























El forrado, donde se utilizan varillas flexibles o listones de madera para formar un bastidor, que posteriormente son recubiertos y unidos entre sí con fibras o cordeles más finos y flexibles, creando objetos más rígidos y resistentes, que mantienen la forma. Con esta técnica se ha fabricado desde cestos a diferentes muebles, como sillas, arcones, sillones, camas…


Esportón romano, procedente de las minas de Carthago Nova (Cartagena),
utilizado para la recolección y el transporte del mineral. Siglo II a.C.




Casco ritual de la cultura Lambayeque (Perú), fibras unidas con hilo de
algodón y láminas de oro cosidas a las fibras. 700-1100 d.C.


























A partir de estos dos modos de trabajar la cestería se han desarrollado variaciones y tradiciones a lo largo del tiempo y alrededor de todo el mundo, pero manteniendo la misma esencia de hace milenios. Los materiales utilizados varían según la región en que nos encontremos, siendo los más frecuentes la paja de cereales, el mimbre, el cáñamo, el esparto, las hojas de palmera, los juncos o las cañas, y combinándose con otros materiales como madera o hueso. De hecho, parece que estas técnicas inspiraron o se desarrollaron al mismo tiempo que las de la producción de tejidos en los telares, entrelazando fibras o hilos mucho más finos de la misma manera que en la cestería, a una escala menor.

Hoy en día, la cestería se ha mantenido viva en las comunidades más tradicionales como una parte fundamental de las diferentes culturas, mientras en las sociedades industrializadas permanece a duras penas, relegada prácticamente a un uso decorativo. Son pocos los artesanos que se ocupan de mantener este arte, esforzándose por enseñarlo a las nuevas generaciones, poco receptivas a este tipo de trabajos tradicionales. A pesar de todo, en La Llar Artesanos estamos convencidos que, gracias al empeño y dedicación de los cesteros y cesteras de todo el mundo, la supervivencia de estas manufacturas está asegurada, y nos seguirán acompañando durante muchos años más como una parte apreciada de nuestros ajuares domésticos.

Artesano chino confeccionando una cuna de bambú.

A la izquierda, Antonio González, cestero de Dos Hermanas (Sevilla), que mantiene la tradición viva.























Lo antiguo y tradicional siempre mantendrá su encanto, incluso en una sociedad cada vez más tecnológica como la nuestra.

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